Ignacio Ondargáin
EL COMPUESTO HUMANO
“No bastan los libros
que hayamos leído, ni las teorías ajenas que hayamos querido incorporar a nuestras vidas, ni haber recorrido
los caminos polvorientos y gastados que otros hayan caminado antes que nosotros. Ninguna, absolutamente ninguna
de esas verdades (o mentiras, eso ya lo veremos) serán propias, si no las incorporamos a través de la propia experiencia,
que es, en definitiva, el significado de la acción y es, como dije antes, poner en contacto lo que se sabe con lo que uno
Es. Cuando logramos esto, llegaremos también a otro estado: el de la comprensión de la acción, no sólo su mero conocimiento.
Esto nos pasa en la vida de diferente manera, pues la mayoría conoce, pero son muy pocos los que " comprenden". (LAURA
CARRARA)
El ser humano es un compuesto
de varios elementos autónomos que en su interacción dan forma tanto a la mente como al mismo ser biológico y su manifestación
o comportamiento externo.
Existen diferentes campos de manifestación
humanos, cada uno de los cuales tiene, como decimos, una dinámica propia que a su vez interactúa con los otros niveles o esferas
del ser:
- La mente material es la máquina
ordenadora práctica que cuadra las ideas y las encasilla;
- Los sentimientos del nivel
humano y los deseos se hallan vinculados con el cuerpo astral;
- El cuerpo energético, que es
la carga vital;
- El cuerpo físico.
La mente material recoge a lo
largo de la vida multitud de conceptos aprendidos de padres, amigos, colegio, estudios, experiencias personales y lecciones
recogidas a lo largo de la vida... Muchas veces en el transcurrir de los años hemos ido adoptando conceptos erróneos que nos
hacen equivocar los pasos. Entonces, si tenemos la suficiente integridad, un resorte de la mente nos avisará de que algo no
va bien, surgiendo conflictos interiores, complejos, sensaciones caóticas... Son crisis personales que muchos seres humanos
pasan a lo largo de su vida. Hoy día la psicología y la psiquiatría moderna “solucionan” esto con filosofías decadentes
con las que tratan de calmar al paciente, anular su espíritu de rebeldía y desdibujarle la realidad de que es un esclavo que
vive en una cárcel... Finalmente lo drogarán con pastillas narcotizantes que literalmente matan y destruyen la persona convirtiéndola
en un zombi, un “buen ciudadano”, un demócrata.
Yo creo que, cuando se nos plantea
una de estas crisis hay que saber atender esa voz que surge de los más tenebrosos abismos y tener la valentía de conocerse
a sí mismo hasta las últimas consecuencias. Sólo de esta forma podemos destruir el Nudo Gordiano que nos ata a la caverna
y nos impide salir de ella.
El espíritu es el centro inexistente
que en la intimidad de uno mismo se percibe a “sí mismo” como INMUTABLE; es un ser que siempre ha estado AQUÍ,
un presente atemporal:
desde que eras un crío hasta hoy
mismo sigues siendo ese mismo ser que un día vino aquí desde más allá de las estrellas. Es “inexistente” porque
no es de este mundo, no es de esta materia ni de este tiempo-espacio, pero es más real que todo lo que pueda haber sobre este
universo.
Al entrar en la manifestación
espacio-temporal el espíritu refleja inmediatamente dos cuerpos o campos de manifestación: la consciencia y la mente abstracta,
lugar donde se proyectan El Mito y el anhelo de los reinos superiores.
El sentimentalismo humano y los
deseos del ser animal ligan al hombre al devenir mientras El Mito llama al hombre hacia lo superior.
Un cuerpo físico-energético enfermo
y con sensaciones viciadas y morbosas es una carga para el espíritu que lucha por liberarse. Por esto vemos la importancia
que dan Esparta, la Grecia olímpica o el Tercer Reich a la vida sana y al cuerpo fuerte y vigoroso, favoreciendo el deporte,
atletismo, alpinismo... (No así en el catolicismo con sus formas amaneradas y sus discursos de reivindicación
y exaltación de la enfermedad y la degeneración físico-mental).
Adolf Hitler dice en MI LUCHA:
“Debido a que la condición esencial para la capacidad de realizaciones
espirituales es la virtud racial, la educación debe tener en mira, en primer lugar el perfeccionamiento físico, porque
es en los individuos sanos y fuertes donde se encuentra la mayor capacidad intelectual. No desmiente nada esa verdad el hecho
de que muchos genios son físicamente malformados y hasta, incluso, enfermos. Se trata, en estos casos, de excepciones, que
apenas confirman la regla general. Si la masa de un pueblo está compuesta de degenerados físicos, muy raramente surgirá de
ese pantano un espíritu realmente grande. De su comportamiento no es lícito, en ningún caso, esperar gran cosa. Esa masa inferior,
o no lo entenderá en absoluto, o será tan débil de voluntad que no logrará acompañar al genio en sus altos vuelos.
Fundándose en esta convicción, el estado racista no limita su misión educadora a la mera tarea de insuflar
conocimientos del saber humano. No, su objetivo consiste en primer término, en formar hombres físicamente sanos. En
segundo plano está el desarrollo de las facultades mentales y aquí, a su vez en lugar preferente, la educación del carácter
y, sobre todo, el fomento de la fuerza de la voluntad y de decisión, habituando al educado a asumir gustoso la responsabilidad
de sus actos. Sólo después de todo esto viene la instrucción científica.
El estado racista debe partir del punto de vista de que un hombre si bien
de instrucción modesta, pero de cuerpo sano y de carácter firme, rebosante de voluntad y de espíritu de acción, vale más para
la comunidad del pueblo que un superintelectual enclenque.
Un pueblo de sabios, físicamente degenerados, se vuelve débil de voluntad
y se transforma en un hato de pacifistas cobardes que nunca realizará grandes hazañas y ni incluso podrá asegurarse la existencia
en la tierra. (...)
Lo que hizo imperecedero el ideal de la belleza griega fue la armonía
entre la perfección física, espiritual y moral.
El refrán popular, según el cual “la felicidad, a fin de cuentas, se
reserva siempre a los más capaces”, también se puede aplicar a la armonía que debe existir entre el cuerpo y el espíritu.
El espíritu sano generalmente coincide con el cuerpo sano”.
Además de los cuerpos o compuestos
que forman el ser humano a nivel individual y que por sí mismo actúan de forma autónoma si bien siguiendo entre sí ritmos
paralelos, existen además numerosos campos de fuerza globales interconectados que actúan continuamente sobre y en cada ser
humano incluyéndolo en una gran red colectiva que le condiciona de forma inconsciente pero casi definitiva. Son los “ríos
que fluyen al mar... que es el morir”. Es la rueda del tiempo del mundo.
Aquí el sentido de la esvástica
sinestrógira y de la ciencia mágica del Tercer Reich.
Saludos!
Ignacio