Ignacio Ondargáin
NACIONALSOCIALISMO. Historia y Mitos
CAPÍTULO
IV
(Texto revisado en diciembre de 2006)
LA GRAN TRADICIÓN HIPERBÓREA
1. La antigua Thule de los Orígenes
2. Las migraciones arias
3. El Tíbet, Agartha y el Vril
4. La
Swástika, el Águila,
las Runas y la Obra Alquímica
1- La
antigua Thule de los Orígenes
Los mitos de la antigüedad guardan memoria de una antigua tierra mágica que explica el origen de la humanidad
y de la antigua civilización de la Hiperbórea legendaria, Patria original de los arios.
En el Tíbet, antes de ser invadido y destruido por el marxismo, en los templos eran guardados con celo viejos manuscritos
que se referían a ese pasado hoy acallado por quienes dominan el mundo.
Los arios hindos nos dicen que el continente Ártico, hace milenios,
era un lugar de clima templado y con una naturaleza generosa. Hiperbórea, tierra
mágica liberada del tiempo del mundo, fue creada por una raza superior: los hiperbóreos. Su civilización participaba del conocimiento
trascendente o espiritual y estaba formada por seres venidos de las estrellas de sangre pura, además de por semidivinos y
por arios. Estos últimos se llamaban también “ariyas”, de donde proviene
la palabra “ario”, que viene a decir “nacido dos veces”
o “iluminado”.
El origen de Hiperbórea se halla en los límites del tiempo, cuando
en el cielo hubo una confrontación entre Jehová, dios del mundo material, y las huestes espirituales de Lucifer. En esta contienda
cósmica se produjo la “traición de los Traidores Blancos”. Mediante
esta estrategia, encadenando la consciencia divina en el mundo, Jehová trata de dar entidad a su mundo ilusorio. Jehová necesita
del elemento divino pero sometido a su designio.
En consecuencia, a raíz de esta situación, el espíritu quedó encadenado en la materia y el alma del mundo,
dando lugar a una estirpe de semidivinos. Esta estirpe se hallará desde entonces entre dos mundos y en medio de una terrible
confrontación cósmica. Tratando de ayudar a sus hijos semidivinos, los Dioses Blancos crean Hiperbórea, un territorio libre
del mundo desde el que luchan para rescatar a los suyos de la cárcel de la materia.
Hiperbórea estaba situada más allá del océano boreal y aislada del mundo, según una versión del mito, por
una muralla de constitución vítrea. En otras versiones la muralla mágica era de piedra, al estilo de las construcciones ciclópeas
del mundo antiguo. Gracias a esta separación, la pureza racial no estaba amenazada y podían vivir en armonía. Cuando los dioses
hiperbóreos hubieron de partir para retornar más allá de las estrellas, antes de marchar dejaron en la tierra un objeto especialmente
sagrado: el Gral o Grial. Este objeto, la esmeralda de la Corona
de Lucifer, tiene la virtud de permitir a los espíritus caídos mantener el vínculo con el mundo de los dioses.
Tras un cataclismo planetario, Hiperbórea desapareció y aquella eterna primavera ártica dio paso a un clima
frío e inhabitable. Los descendientes de los arios que quedaron sobre la superficie de este planeta hubieron de emigrar hacia
regiones más al sur. Así, los arios emigrarían fundando la legendaria civilización
del Gobi, en el Asia y migrando también hacia Escandinavia. Los innumerables restos de fauna congelada en las islas árticas
hoy inhabitables, como la isla de Vrangelja (Vrangel), al norte de Siberia, en pleno Océano Ártico, así como los yacimientos
de carbón de las islas árticas como Spitsberg (Noruega), son la demostración de que en otro tiempo aquellas tierras polares,
hoy inhabitables, fueron lugares de naturaleza exuberante. De esta manera, la
Patria original de los arios sería sepultada por los hielos polares.
En su libro “Nos. Libro de la resurección”, el escritor
chileno Miguel Serrano, rebusca el origen de los arios, llegando a la conclusión de que el Génesis de la biblia judía es un relato atlante adulterado. De hecho,
se hallaría más cerca de la realidad lo que Platón dice en su Critias y en el Timeo. Serrano
recurre a la mitología griega para referirse al origen del “hombre” explicando que “al principio, un hombre surgió de la tierra. Se llamaba Evénor y desposó a Leucippe. Tuvieron una hija, Clito. De ella se “enamoró” Poseidón”. Esto
es, Poseidón, o una raza divina, vendría a cohabitar con las “hijas de los
hombres” o las surgidas de la tierra, “enamorándose”, y cruzándose con ellas. De esta forma se engendraron
los héroes semidivinos, no immortales ya. “En verdad, los dioses griegos son
los héroes y reyes (semi-divinos) de la Atlántida-Hiperbórea. Poseidón
y Clito dan a luz las cinco parejas de gemelos de los diez reyes de la Atlántida. Los Dioscuros, Castor y Pollux (Polo) son una
de estas parejas. También lo sería Jasón. Por lo menos es un rey del Gral, como
Heracles-Hércules”. Aquí, Miguel Serrano indica que el gemelo en cada
una de las 5 parejas de reyes gemelos de la Atlántida,
en lugar de una entidad material es el “doble” divino de un mismo “semidivino”. De esta manera, cada
semidivino tendría en un mundo astral, paralelo, un doble divino. O también podríamos decir que cada semi-divino tiene dos
naturalezas: una mortal y otra divina. Serrano llega a la conclusión de que “se
desprende de todo esto que existen varias humanidades. La humanidad divina de los hiperbóreos,
la semidivina de los héroes descendientes de los divinos mezclados y la de los
animales-hombre, los sudra, los pasu,
los esclavos de la Atlántida, tal vez los robots
de la Atlántida que de algún modo sobrevivieron
a su hundimiento. Platón nos cuenta la destrucción de la Atlántida,
debiendo referirse a una catástrofe acaecida con mucha posterioridad a la inmensa tragedia de la que sólo hay memoria en el
registro akásico del universo. De aquella no se salvan más que los divinos hiperbóreos en sus vimanas o “discos volantes”,
yendo a otros astros. (¿a Venus, la estrella matutina?). El eje de la tierra se desvía, nacen las estaciones, involuciona
la Segunda Tierra. La Primera Tierra pasa a ser la
Tierra Interior, "hueca”. Cuando los divinos retornan, tras edades (Lucifer es uno de sus jefes) encuentran todo cambiado. En la superficie hay seres extraños irreconocibles (Evénor,
Leucippe, Clito?)”.
Cuenta la leyenda que los divinos mezclaron su sangre con los “hijos de la tierra”, transfiriéndoles
“fuego de los dioses” (que Prometeo
entregara a los hombres), esto es, su sangre divina, y Lucifer y sus huestes entran
en la Tierra Hueca, donde edifican el Reino de Agartha. También los Edda se refieren al mismo asunto del “Libro de Enoc” y del “Mahabharata”, presentando a los Vanes
y los Ases como extraterrestres. Son los ángeles del “Libro de Enoc”
que enseñan a los hombres la ciencia, el arte y la civilización. Los escritos antiguos nos hablan de un conflicto bélico
legendario entre parientes de la misma sangre, los Ases y los Vanes, o los Pandavas y los Koravas de la Guerra
del Mahabharata. Los Ases provienen
del monte Elbruz, en el Cáucaso, y son guiados por Odín-Wotan con su hacha mágica.
Los Vanes se hallan al norte. Atlas
o Irmín sería un Vanes. De la unión
de Ases y Vanes vendrían los germanos
que guardan en su sangre la memoria de los ancestros hiperbóreos. Eurípides se
refería a Hiperbórea como el “País del Ámbar” (la región báltica y
el sur de Escandinavia), región situada al norte, de donde provendrían los arios.
Así mismo, según Miguel Serrano, los Tuathas
de Dannan de la leyenda irlandesa, son los mismos que los germanos identifican como los Ases, esto es, los extraterrestres descendidos de los astros.
En el citado Libro de Enoc aparece el relato en el cual Lamec, padre de Noé
afirma: “He tenido un hijo diferente a los demás; no es como los hombres,
sino que parece un hijo de los ángeles del cielo”. Robert Charroux,
por su parte, sostiene la posibilidad de que Noé fuera un hiperbóreo, ya que su
padre lo describe con “la carne blanca como la nieve y roja como la flor de la
rosa, y su cabellera blanca como la lana; sus ojos eran hermosos...”. Y efectivamente, ése es el aspecto de los
antiguos hiperbóreos.
Hay que memorizar, nos informa de nuevo el autor galo, que los nórdicos sitúan la patria de los hiperbóreos
y su capital, Thule, en el extremo septentrión donde, se cree, debieron aterrizar los primeros seres llegados de las estrellas.
Estos hiperbóreos, según germanos, celtas y las antiguas tradiciones, proporcionaron la raza de los hombres superiores que
se hundió con su continente cuando se produjo el cataclismo mundial o el “hundimiento de la Atlántida”.
2-
Las migraciones arias
Los filósofos e investigadores nacionalsocialistas identifican la swástika
o esvástica como el signo de reconocimiento de los arios, siendo además el signo del Sol Negro espiritual y del Origen. Los
arios representaron la swástica allá por donde pasaron en su marcha a través del
mundo, lo cual , según Alfred Rosenberg, “demuestra que las partes más diversas del mundo antiguo fueron colonizadas por la raza nórdica”.
De esta forma, los arios, en tanto que se alejaban de su lugar
de origen, iban llevando su civilización a las diversas partes del mundo, instalándose y levantando imperios. Pero la consecuencia
de esto era la pérdida de la pureza racial original, al mezclarse con las razas “hombre-animal”
que hallaban y se les agregaban en las regiones meridionales. Los primeros arios tras
la desaparición de la Hiperbórea
polar, los hiperbóreos que se salvan de la catástrofe, emigran con la swástika dextrógira, en dirección del Gobi, tierra verde, de grandes bosques, en aquel entonces, y allí fundan
una gran civilización, cuyos restos aún podrían encontrarse bajo las estepas y las arenas de los desiertos del Asia central.
Esta civilización también desaparece. Miguel Serrano
dice que pudo ser debido a causa de una explosión atómica. A esta catástrofe se estaría refiriendo la historia bíblica
de la mujer de Lot y la Estatua de Sal. Según el profesor
Hermann Wirth, la gran emigración del Gobi de los pueblos Aryo-Godos que logran salvarse de la catástrofe que ha transformado en un árido desierto a esas regiones (actual
desierto del Gobi, entre China y Mongolia), ha sido robada y falseada por el judío,
que sería una tribu o infra-casta de parias que se mantendría parasitando en la periferia de ese éxodo. Se apropiaría así
el judío del mito y la leyenda (las 12 Tribus, “los Cuarenta Años de peregrinación
en el Desierto”, etcétera) traspolando los acontecimientos a los desiertos del Sinaí y tierras de Palestina, donde al
final arribarían, como un grupo o tribu de indeseables. Se dice que habría un manuscrito que explicaría esta historia que,
según Miguel Serrano, puede conservarse en una sinagoga o en los mismos subterráneos
del Vaticano. De aquella antigua migración aria en Asia aún perduran leyendas y conocimientos secretos como los que anteriormente
nos referíamos a los templos del Tíbet anterior a la invasión marxista. Los arios
que más cerca permanecieron del origen fueron aquellos que se establecieron en Escandinavia. Allí, su pureza perduró con mucha
más firmeza que en el resto de los lugares que los arios colonizaran. Esta patria
nórdica posterior a la pérdida de Hiperbórea, Escandinavia, será el origen de las últimas migraciones de arios hacia regiones más meridionales de Europa y Asia cercana. Así, desde Escandinavia, migrarán los descendientes
de los arios que vendrán a civilizar Troya, el Hélade y posteriormente Alba Longa,
los creadores del Imperio de Roma.
Los fundadores de las civilizaciones del Asia eran gente de raza aria.
Un ejemplo es Irán (“Arián”), que toma su nombre de sus antiguos conquistadores
originales. Hasta 1979, el Shah era el “Señor
de los Arios”. No es necesario aclarar el origen de la civilización de la India, la cual es fundada y civilizada por los arios
provenientes del norte. También se sabe que hacia el Siglo I D.C. el noroeste de China era habitado por gente de raza blanca
o “caucásica” que hablaba un idioma llamado tochario. A principios
del siglo XX, arqueólogos alemanes y franceses que excavaron en las provincias del noroeste chino descubrieron los grandes
parecidos entre esta lengua supuestamente aislada y los idiomas germánicos y celtas. Recientes excavaciones en la provincia
de Xinjiang han descubierto cuerpos momificados de gente que vivió hace entre 4000 y 2400 años. Los cuerpos habían sido preservados
increiblemente bien y de acuerdo al New York Times, “…los arqueólogos apenas
podían creer lo que veían…”. Las momias tenían narices largas al igual que los cráneos, pelo rubio o rojizo,
labios finos y otros rasgos inconfundiblemente arios. Una momia de una joven adolescente
de pelo rubio se ha convertido en una atracción para turistas. Aparentemente era una princesa de hace unos 3.000 años ya que
fue envuelta en ropas bordadas de lana y cuero junto con bellas joyas, jarros y ornamentos de oro, plata y jade. El Dr. Víctor
H. Mair de la Universidad de Pensilvania dijo: “Debido a que los cuerpos encontrados son sin duda de la familia indoeuropea y porque datan de un periodo lo suficientemente antiguo como para tener relación con la expansión
de los indoeuropeos desde su lugar de origen, jugarán un papel crucial en la determinación
del mismo (el lugar de origen)”.
Hacia el año 1167 de nuestra era, nace de la tribu de los Kiyad un niño que será llamado Temujin, en el ámbito geográfico por donde discurre el río Onon, al nordeste de Ulaan Baatar (actual capital de
Mongolia), esto es, en el extremo oriente de Asia, al norte de China. Su tribu
provenía de una unión entre turcos e iranios y, en contra de lo que pueda parecer, no eran parientes ni de lejos de los chinos,
sus ancestrales enemigos. Temujin era de pelo rojizo, tez blanca, de raza blanca
y ojos verdes grisáceos. En 1206, tras años de duras y sangrientas batallas fraticidas, Temujin
y sus hombres salieron victoriosos. El siglo XIII había hecho acto de presencia y era el momento propicio para que todos asumieran
los designios de un gran Khan. De esta forma, en 1206 fue convocada la “kurultai” o asamblea de notables mongoles.
En ella abandonó su nombre Temujin para asumir el de Gengis Khan, fundador del imperio más extenso de la historia. El Khan
era un eugenésico que mejoraba los genes de su horda al emparejar a sus guerreros con las mejores mujeres apresadas. La SS, conocedora de que el propio
Gengis Khan (quien llevaba una esvástica en su sello) y sus élites no eran de
raza mongólica sino descendientes de antiguos atlantes, realizó una edición especial en un sólo volumen de un libro sobre
el caudillo mongol para sus tropas. El mismo Hitler admiraba el genio organizador
de Gengis Khan y en una ocasión afirmó que “¡Si
Gengis Khan fue realmente el gran hombre que la historia nos muestra, entonces es que era ario!”
Todo esto nos indicaría la presencia de la raza blanca en número importante hasta en el extremo oriente de
Asia, especialmente a la cabeza de las grandes civilizaciones. En la actualidad, los ainos,
pueblo de raza blanca, aún permanecen en varios miles de individuos en las islas
de Yeso (Japón), mitad Sur de Sajalín y algunas de las Kuriles (Rusia), en el Océano Pacífico. Los ainos habitaban las actuales islas del Japón antes que los mongólicos. De hecho, en la raza del Japón actual,
aún pueden apreciarse rasgos raciales que indican alguna mezcla con esta raza blanca. Según Charroux, los “gigantes” hiperbóreos tendrían actualmente una descendencia en los “sumotori”
(luchadores de sumo) que, en el Japón son personajes sumamente populares, situados en la jerarquía inmediatamente después
de los dioses y el emperador. El historiador Pierre Darcourt cree que “al comienzo los sumotori se reclutaban entre los gigantes aínos de piel clara. Los aínos, como decimos, son
blancos, protocaucasianos, que habrían emigrado a través de Siberia. Su dios “Kamu” englobaba el sol, el viento,
el océano y el oso. Estos montañeses, contrariamente a los mongólicos, son velludos, de piel sonrosada y poderosos, bebedores
de alcohol caliente, eran formidables luchadores...”. Los demás japoneses, de tez cobriza, serían originarios de
las islas polinesias, de Malasia y sur de China. En el proceso de decadencia, los aínos habrían sido vencidos. “Los mongólicos –prosigue Darcourt– se llevaron hacia el sur a las bellas mujeres blancas de sus adversarios y de su unión nacieron mestizos asiáticos
que se convirtieron en los primeros guardias de corps del emperador”.
Hitler afirma que “el ario es el Prometeo de la humanidad” y, según la cosmovisión
nacionalsocialista, esta raza ha llevado la civilización hasta los lugares más remotos de la Tierra, desde Europa hasta el Asia, África o la misma América de los tiempos “pre-colombinos”.
Todavía hoy en día, podemos ver esculpido el rostro del ario en lugares tan remotos
como las estatuas megalíticas de la isla de Pascua. En la misma África, las ruinas de “Zimbawe”, construcciones
de piedra que nunca construyeron negros, fueron edificadas por gentes, de las cuales ya se ha perdido la memoria. En Norteamérica,
hallamos también numerosos restos de la presencia de arios, como entre los indios
Mandan, en Missouri, los megalitos de estilo celta y torres redondas en Nueva Inglaterra, las ruinas vikingas en L’anse
Aux Meadow (Newfoundland), las inscripciones rúnicas en Dighton Rock, Conecticut y en Minesotta.
En todo el área de Centro y Sud América, hallamos leyendas referentes a “dioses blancos” a las
que ya nos hemos referido en el primer capítulo, leyendas que tienen un fundamento real y basado en hechos históricos positivos.
Y es que la presencia de hombres de raza blanca en América con anterioridad a la llegada de los españoles está documentada
en las mismas crónicas de los conquistadores españoles, quienes se encontraron en su “descubrimiento” con individuos
y pueblos enteros de raza blanca, y es aún observable en diversas regiones “indígenas”, como por ejemplo, en la
región andina peruana de Chachapoyas. En esta región montañosa situada en las
fuentes del Amazonas, sobre la enorme selva americana, a más de 2.000
metros de altitud sobre el nivel del mar, libre ya de los terribles calores y mosquitos tropicales,
en un ambiente fresco y verde, en la actualidad existen aún lo que se conocen como “gringoitos”,
personas de rasgos europeos, cabellos rubios, que no provienen de colonos europeos, sino que su presencia en la región está
documentada como anterior a la conquista española. Ya los conquistadores españoles hicieron mención en sus crónicas a estos
blancos de Chachapoyas, y especialmente a la belleza de sus mujeres. En una crónica
se cita el nacimiento de un niño al que los chachapoyas consideraban como hijo
de los dioses, por ser tan rubio y tan blanco que aun era difícil encontrarlos así en la misma Europa. Los españoles que conquistan
América definen a los chachapoyas blancos, rubios y de elevada estatura, por lo
general, un palmo más que los mismos españoles. Los chachapoyas blancos recordaban
la memoria de que sus antepasados provenían del este. Al este de Chachapoyas está
la región selvática del Amazonas y más allá el Atlántico. Entre las representaciones que han quedado escritas en diversos
edificios, podemos ver dibujos y figuras representaciones de barcos de grandes proporciones, lo que nos da a entender que
los primeros chachapoyas, bien podían haber llegado desde Europa a América vía
marítima. Siguiendo las corrientes oceánicas, desde el oeste de África habrían llegado hasta las costas de Sud América, para,
remontando el curso del río Amazonas en barco, finalmente instalarse en las más frescas regiones andinas, evitando el calor
tropical. Los chachapoyas eran temidos guerreros. Utilizaban como arma hondas
idénticas a las de los antiguos habitantes de las islas Baleares. Eran maestros en el arte de la trepanación del cráneo, para
aliviar la presión craneal, al igual que los celtas. También coinciden con los celtas en que coleccionaban cabezas cortadas
de sus enemigos. Construían casas de piedra redondas, con un diámetro de entre 7 y 9 metros, casas idénticas a las celtas. Todavía hoy pueden verse las ruinas de las murallas
de su imperio, muros enormes en elevaciones montañosas que recuerdan fortalezas europeas. Unas esculturas de rasgos indoeuropeos
que impasibles observan el horizonte, halladas entre barrancos en las montañas, son muy similares a las que encontramos más
hacia el oeste, en el Océano Pacífico, en la isla de Pascua. Cuando el conquistador español Orellana, remontando el río Amazonas,
llegó a las inmediaciones de la actual Manaos, los indios de la región le hablaban de unos hombres blancos, altos y rubios
que vivían en ciudades más allá de la selva y que guardaban tesoros inmensos. Más adelante, los conquistadores españoles,
se encontraron con una delegación de 4 hombres blancos rubios y altos, bien vestidos y de formas educadas, quienes preguntaron
a los españoles sobre la intención que tenían. Los españoles les dijeron que buscaban convertir la región al cristianismo
y someterles a la corona de Castilla. Se despidieron y nunca más volvieron a encontrarlos. ¿Podían haber sido unos enviados
chachapoyas, o tal vez de algún otro centro poblado por blancos?. ¿Cuál es el
origen de los primeros chachapoyas blancos que llegaron a América mucho antes
de la llegada de los españoles?. ¿Qué hacían en aquella región?. Si nos centramos en los actuales descendientes de los chachapoyas blancos, vemos cómo entre ellos predominan aún rasgos raciales nórdicos,
cabellos rubios, ojos claros, piel blanca rosada o pecosa, pese a que el mestizaje amerindio se halle muy introducido. Si
bien, ateniéndonos a la historia oficial, nos puede parecer un misterio, esto nos demuestra que América fue conocida y habitada
de muy antiguo por pueblos arios, quienes, tal vez, fueron los descendientes de los “dioses blancos” creadores
de los antiguos imperios.
Séis siglos antes de Cristo, surge en el norte ario de la
India el budismo. Según diversos estudiosos afines al nacionalsocialismo y al fascismo, como el mismo Julius Évola, en su forma más pura, quitando las impurezas culturales mestizas que
ha sufrido con posterioridad, Buda fue un “iluminado”, un “ariya” que respondía al nombre de Siddharta, un hombre de raza aria que se mantuvo fiel al código de honor y lealtad de los antiguos hiperbóreos
que antaño habitaban Thule, y que vino a denunciar la creciente degeneración y
bastardización del brahmanismo de su época. El barón Julius Évola, investigador
del budismo, nos dice que este, en su forma original, es de espíritu puramente ario
y de una visión anterior a la humanidad actual. ( “La Doctrina del Despertar. El budismo y su finalidad práctica”. Editorial Grijalbo, SA.).
Como vemos, es indiscutible que las semillas de la ideología nacionalsocialista tienen su origen, además
de en los antiguos mitos y relatos nórdicos, en las lejanas tierras del Asia (donde se hallan numerosas swástikas que allí se encuentran desde hace miles de años) y en las civilizaciones mágicas de la antigüedad. Es
más, según la interpretación nacionalsocialista del budismo, éste propondría una clara división entre los arios (“iluminados”) y las otras razas, incapaces por sí mismas de alcanzar la verdadera sabiduría
y el conocimiento. Según el nacionalsocialismo, al tomar medidas contra la mezcla racial, se estaba preservando la pureza espiritual, y en consecuencia se estaba frenando la degradación humana.
3- El Asia. Agartha y el Vril
En el corazón del Asia, hallamos las montañas más altas del mundo y una inmensa
meseta, el Tíbet, situada a una media de más de cuatro mil metros de altitud sobre el nivel del mar. La guerra mágica que
movió los hilos de la historia hizo que las relaciones entre la Alemania
nacionalsocialista y el Tíbet fueran más allá de la mera rutina diplomática. Durante el Tercer Reich, Alemania mantuvo en
el Tíbet diversos delegados y observadores y la celebrada expedición SS de 1938-1939
realizó multitud de estudios sobre las más diversas cuestiones. Himmler trataba
de verificar la hipótesis de que tras el hundimiento de la Atlántida,
el Tíbet fue habitado por atlantes blancos y que en ese lugar del mundo aún es guardado el conocimiento de los antiguos y
las entradas a su “reino subterráneo”.
En el Tíbet se conserva el mito ario que habla
de reinos ocultos, pero principalmente subterráneos, conocidos como Agartha o
Shambhala. Como hemos visto anteriormente, Belicena
Villca señala que Agartha es el Reino Oculto de los Dioses Liberadores mientras
que afirma que Shambhala es el Reino de los Dioses Traidores y de la
Fraternidad Blanca, afecta a los planes de Jehová.
Existen otras tradiciones o interpretaciones que afirman que Shambhala sería la
capital del Reino de Agartha de la misma manera que Thule es la capital de Hiperbórea.
Sir Edward Bulwer-Lytton, diplomático
y miembro de la elitista Golden Dawn, escribió en 1871 una novela titulada “La raza futura”. En esta
se narra la aventura de un pueblo superior (los Vril-ya) que emerge del reino subterráneo, en el cual se había exiliado tras
un cataclismo en la superficie exterior de la tierra, y que dispone de una energía cósmica denominada vril. En dicha novela también se menciona la guerra entre razas y se considera a los habitantes de ese mundo subterráneo
como descendientes de los arios originales. Según esta tradición viva en diversas
partes del Asia, este pueblo vive en el interior de la tierra y es superior en todos los niveles, tanto en el desarrollo personal
como en el desarrollo y los logros materiales, a los hombres de la superficie de la tierra. Además, se identifica con propósitos
benéficos y estaría regido por el “Rey del mundo”, siendo depositario de legendarias civilizaciones desaparecidas,
como Lemuria y la Atlántida. René Guenón, en su libro ”El rey del mundo”, examinó las diversas tradiciones religiosas
que confirman esta idea, según la cual las culturas posteriores se nutren de un origen ario.
Por otra parte, para algunos ocultistas, la esvástica es el gran símbolo del reino
subterráneo, que sería recogido por las tradiciones iniciáticas orientales y occidentales; sobre todo, por el budismo y el
hermetismo. En esta interpretación, dicho símbolo recrea la rotación del Universo en torno a un centro fijo generador del
movimiento.
En esta misma línea en la que también se inscribe la célebre Mme. Blavatsky, se sitúan otros ideólogos que mostraron gran interés por Agartha
y que despertaron el interés del nazismo. Durante el III Reich se enviaron diversas expediciones al Tíbet en busca de
dicho reino subterráneo. Aún hoy continúa ejerciendo un gran poder de fascinación el documental “El secreto del Tíbet”,
fruto de una expedición nazi al Tíbet, que sigue siendo un indiscutible testimonio de unos años en que el Tíbet era un lugar
ignoto para el resto del mundo.
El propósito original de estas expediciones fue muy similar al que motivó la prevista
expedición de Tiahuanaco, y se basaba en la creencia según la cual las montañas
más altas del mundo podrían haber sido el refugio de una raza aria primigenia
proveniente de la Atlántida tras el diluvio. Según
el mito de Agartha los arios primigenios
habrían creado reinos subterráneos en los que seguirían conservando los secretos antiguos. Esta idea vino avalada por el ingeniero
Ferdynand Ossendowski, quien, en su libro “Bestias,
hombres, dioses” (1920-1921), describe cómo en su huída de los bolcheviques a través de Asia central, tuvo noticia
del reino subterráneo de Agarthi, lugar en que se habrían refugiado los supervivientes
de grandes continentes hundidos y que sería la sede de un Señor del Mundo. Edmund
Kiss se encargaría de vincular el mito de Agarthi o Agartha con la cosmogonía glacial de Hörbiger quien ya apuntaba a
una relación entre la Atlántida y el techo del
mundo (Tíbet).
La expedición alemana logró crear una actitud positiva respecto a Alemania por
parte de los tibetanos. Bajo el lema del “Encuentro de la esvástica occidental
con la oriental” lograron establecerse contactos políticos de alto nivel con el gobierno tibetano que se manifestaron,
entre otros, en la declaración oficial de amistad que Qutuqtu de Rva-sgren, el
regente tibetano, puso por escrito a la atención del “notable señor Hitler, rey
de los alemanes, que ha conseguido hacerse con el poder sobre el ancho mundo”. También en el documental se ve una
larga cola de tibetanos que acuden a ofrecer regalos a “los primeros alemanes
que son recibidos aquí” (lo que no es del todo cierto, ya que Schäfer
había participado anteriormente en dos expediciones al Tíbet realizadas por un equipo germano-estadounidense).
Nimrod del Rosario relata la conspiración urdida por Schäfer en su expedición al Tíbet sirviendo a los intereses de Shambhala.
Su expedición al Tíbet regresó con el Kangschur, un conjunto de sagradas escrituras tibetanas en 108 volúmenes. Además
sus jefes, recibieron el ritual del Tantra
Kalachakra. Dicho ritual es la “iniciación suprema” del budismo tibetano, pero, paradójicamente, puede
ser administrada a profanos a precio de 120 $ (año 2001 en Barcelona por el Dalai Lama). Esta iniciación vincula a Shambhala en el momento de la lucha final entre las fuerzas del bien y del mal.
Entre los nacionalsocialistas que se aventuraron por las altas regiones del Himalaya
y el Tíbet, encontramos en lugar preferente a Heinrich Harrer, quien narra sus
aventuras en su libro “Siete años en
Tíbet”. Harrer es detenido el 1 de septiembre de 1939 en la India,
justo al empezar la guerra y finalmente, tras varios intentos, consigue fugarse del campo de concentración donde estaba detenido
por los ingleses alcanzando el Tíbet el 17 de mayo de 1944. Gracias a los delegados alemanes que permanecían en Lasha, Harrer pudo establecer contacto con las autoridades tibetanas, llegando a convertirse
finalmente en instructor y hombre de confianza del Dalai Lama.
Harrer estaba incorporado a la “Orden Negra” (la SS) desde 1938 y era miembro de
los “wandervogel” o “pájaros
errantes”. Este era un movimiento juvenil que predicaba el retorno a la naturaleza y un estilo de vida alejado de la
dinámica urbana, y muchos de sus miembros eran montañeros y escaladores. Cuando los ingleses le detienen en la India, Harrer estaba junto
a otros camaradas en una espedición para alcanzar la cumbre del Nanga Parvat (que en el idioma local quiere decir “Nuestra
Montaña”), un “ocho mil” del Himalaya, de 8126 metros
de altitud, en el actual estado de Pakistán. Un año antes, en 1938, cuando ya era un SS,
Harrer y otros tres escaladores del mismo cuerpo, ascendieron por primera vez
la cumbre del Eiger (Suiza) por la cara norte. La aventura se considera aún hoy en día una azaña del alpinismo. Durante los
tres días que duró la ascensión Hitler estuvo informado de los progresos de la
expedición y, tras su brillante resultado, quiso conocer a los protagonistas. Cuentan las crónicas que el Führer les recibió emocionado y les dijo: “Camaradas ¿qué habéis
hecho?”, el propio Harrer contestó: “hemos
escalado la cumbre del Eiger para llegar a nuestro Führer”.
Aunque nunca se haya declarado oficialmente, se ha citado documentos desclasificados
tras la guerra según los cuales en el búnker de Berlín se hallaron varios cuerpos
de guerreros con rasgos asiáticos, lo que vendría a demostrar que la relación con el Asia tuvo gran importancia para el III
Reich.
4-
La Swástika (esvástica), el Águila, las Runas y la
Obra Alquímica
La Esvástica.
La swástika o esvástica es el signo considerado por muchos investigadores
como el más antiguo de los empleados por los hombres. Está extendido por todo el planeta y es conocido su uso en civilizaciones
como los indoarios, chinos, japoneses, indios, hindues, mongoles, celtas, aztecas, vascos y muchas otras. Su significado más
antiguo es el del símbolo del sol nórdico, como hemos explicado anteriormente y sabemos que era objeto de culto y respeto,
siendo signo de los Señores o arios. Está vinculado al mundo mágico, espiritual
y a los “dioses cósmicos” como Siva,
dios indo-ario que tenía en sus representaciones inscrita la swástika y que es portador de la misma energía universal que porta Odín
o Wotan (llamado Odín en Escandinavia
y Wotan en Germania). No obstante más que en cualquier otro aspecto, vamos a centrarnos
en la swástika o cruz gamada hindú,
al ser ésta de especial interés para los nacionalsocialistas y para el Führer, Adolf Hitler.
La cruz gamada significa “la gran rueda del llegar a ser”,
rueda que gira irresistiblemente sobre su propio centro inmutable marcando su destino, su manifestación espacio-temporal.
En el Cuaderno de la SS
nº 3 de 1944, Fritz Reich describe el sentido en el girar de la esvástica: “Sí,
el crepúsculo de los dioses es totalmente absurdo sin un nuevo amanecer de los mundos en la óptica germánica. La victoriosa
transformación de los malos en buenos se cumplirá cuando “los malos llegarán a ser mejores y Balder regresará”.
La certeza aria más sagrada quiere que la luz triunfe finalmente sobre las tinieblas, el bien sobre el mal. Encontró su manifestación
intemporal en las enseñanzas del gran persa ario Zaratustra en una época ilustre”.
La swástika “sinistrógira”, es decir, orientada hacia
la izquierda, simboliza el camino de retorno hacia el origen, hacia Hiperbórea.
Dice Miguel Serrano que la swástika
es un signo del sol nórdico de origen aryo, posthiperbórico. Tras la pérdida de
Hiperbórea, junto con el desviarse del Eje terrestre y darse así comienzo a las
estaciones, los arios hiperbóreos aportan este signo de origen rúnico de la Runa Gibur, representando
el sol promotor del Año Terrestre y del movimiento de las cuatro estaciones. Así, los cuatro brazos de la swástika representarían la primavera, el verano, el otoño, el invierno y su movimiento, desde el centro fijo e
inmutable dentro del círculo del año. Según sea el lado a que se dirijan las prolongaciones de la Cruz, así será el movimiento de la swástika. El “Hitlerismo
Esotérico”, el nacionalsocialismo esotérico, sostiene que cuando se mueve hacia la derecha –swástika Dextrógira– se estaría significando la pérdida de la
Edad Áurea o Dorada, tras el hundimiento de Hiperbórea, con el
desvío del Eje terrestre. Esta swástika dextrógira simboliza el Éxodo o migración
Polar de los semidivinos arios hiperbóreos, la variación del movimiento giratorio
de la tierra sobre sí misma y el “salto a los Polos”, según explica Miguel
Serrano. Puede comprobarse esta variación en las conchas de caracoles marinos y de algunas piedras de gran antigüedad,
encontradas en la Antártica, cuyas espirales están
girando en dirección contraria a la rotación actual de la Tierra. La
swástika “dextrógira” está girando en dirección a los punteros del
reloj y de la Tierra actual. La swástika Levógira o siniestrógira (hacia la izquierda), que eligiera el nacionalsocialismo, gira en dirección
inversa a las manecillas del reloj y del tiempo de la tierra actual. Es así la swástika
del regreso a Hiperbórea. La
Guerra Esotérica de Hítler fue hecha siguiendo esta misma dirección:
Polonia, Dinamarca, Francia, Grecia, Cáucaso. Desde ahí se habría dirigido por Siberia al Desierto del Gobi y al Polo Norte,
para nuevamente enderezar el Eje de la Tierra y recuperar
la Edad Dorada. Miguel
Serrano nos dice que el Avatâra, Adolf
Hitler, dispuso finalmente el retorno a la Hiperbórea Extraterrestre (la anterior a la
Hiperbórea Nórdica), para desde allí transfigurar la Tierra. Con esta explicación se ha dejado claro el absurdo de todas
las explicaciones simplistas de una supuesta swástika levógira demoníaca y otra
dextrógira benéfica. También la religión Bo, del antiguo Tíbet, anterio al Budismo
Mahayánico, tenía como emblema la swástika levógira del nacionalsocialismo. La
swástika, en cualquiera dirección que se represente, es originalmente un símbolo
rúnico, como ya hemos explicado, de los pueblos nórdicos y heroicos, arios y blancos, de origen divino.
La swástika terrestre:
La swástika del agua:
La swástika del fuego:
La swástika del aire:
El mismo dios Thor, “dios de la fragua y de los herreros”,
representante por excelencia de la mitología nórdica, porta el martillo con la
Swástika, con el cual protege a los hijos del Sol Negro. Se hace
notorio recordar la celebración nacionalsocialista del solsticio de verano, momento de la victoria de la luz del Sol sobre
las tinieblas, o de “los hombres del sol sobre los de las tinieblas”.
El Águila.
Respecto al águila imperial, Alfred Rosenberg, afirma que los
“aryas” situados en las más elevadas mesetas y regiones del Asia Central
hicieron del “pájaro de las cumbres (el águila) el rey de las montañas…
aquél que puede mirar el Sol de frente, cara a cara…”. El Águila del Imperio, portadora del signo del imperio
(la swástika) y situada sobre el estandarte nacionalsocialista alemán es el mismo
signo de las invencibles legiones romanas, o el de las tropas napoleónicas. Dice la
Tradición, que el Emperador Juliano, el “último emperador romano”, la noche antes de morir por una herida de guerra en Persia, tuvo una visión: vio
el Águila del Imperio de Roma (signo de Zeus-Júpiter)
que volaba hacia Oriente, hacia el Asia, para refugiarse por casi dos milenios en las montañas más altas del mundo (el Himalaya).
Transcurrido el tiempo indicado, el águila, volvía a Occidente portando el símbolo
sagrado (la swástika) para que el Imperio lo aclamara. Es este el contexto en
el que debemos hallar el significado del águila nazi trayéndonos la esvástica desde las montañas más altas del mundo. De esta
forma, el nacionalsocialismo alemán pretendía hacerse depositario de la
Tradición imperial, reivindicando para sí, el derecho de ser
legítimo heredero del Imperio (Reich) Romano y del águila de Zeus-Júpiter.
Las Runas.
Algunos opinan que el alfabeto rúnico se desarrolló tomando como base el griego, pero otros investigadores
han hallado evidencias de una escritura prerrúnica muy antigua que data de finales de la Edad de Hielo. El alfabeto rúnico tiene 24 letras y cada letra tiene en sí misma un significado
mágico y místico simultáneamente.
El conocimiento de las runas lo consiguió Wotan (Odín) colgándose por nueve días en el árbol cósmico del espanto (Yggdrasil)
e hiriéndose con una lanza en el costado, en lo que es una práctica iniciática chamánica. Proyectadas en rituales mágicos,
los antiguos germanos dotaban a las runas de grandes poderes. Tácito describe en su “Germania” una práctica oracular
a base de varas de madera con unos grabados que eran runas. Debidamente ritualizadas, las inscripciones rúnicas en espadas
u otros objetos los dotaban de un poder excepcional. Sobre las runas de la SS, su origen se sitúa en los antiguos guerreros germánicos, los
cuales esculpían los signos rúnicos sagrados en la vaina de las espadas que utilizaban en el combate. Se les atribuía a estos
signos un valor mágico de sabiduría, protección y poder, siendo grabadas también en los navíos y los lugares solemnes para
dar seguridad y estabilidad al pueblo. Los SS se identificaban con estos guerreros
germánicos teutones y con su mitología por ser guardianes ancestrales de la
Patria nórdica.
El barón Sebottendorf, fundador de la Orden de Thule, consideraba que las runas constituían “el poder esotérico
primigenio”. Rudolf J. Gorsleben trató de reconstruir la ciencia espiritual
de las runas y de sus poderes mágicos como conductoras de la energía que anima el universo entero e influye en el mundo material.
Así, las runas son el vínculo entre el macrocosmos y el microcosmos del hombre ario
posibilitando la unión mística con Dios. Según Gorsleben, la más sagrada de
todas las runas sería Hagal, que se hallaría presente en el hexágono, la flor
de lis de la heráldica e incluso en la pirámide de Keops, ya que la civilización
aria primigenia había sobrevivido bajo diversas formas culturales. Gorsleben afirmaba
que las distintas formas de cristalización mineral serían proyecciones sólidas y geométricas de las runas, su materialización
cósmica.
El conocido ariosofista Guido von List, en 1902, cuando fue operado
de cataratas, sufrió once meses de ceguera transitoria en el transcurso de la cual su ojo interior le hizo vislumbrar la religión
germánica y el origen de las runas, revelaciones a partir de las cuales trató de reconstruir la lengua aria primigenia que
dio lugar a todas las demás. Este lenguaje es un lenguaje mágico en el cual cada palabra tiene un poder vinculado a un principio
absoluto. List interpretó, por una parte las letras y sonidos de las runas y,
por otra, las inscripciones y emblemas antiguos y expuso sus resultados en “El secreto de las runas” (1907). El ocultismo rúnico surgido de este trabajo constituyó la principal
clave del esoterismo de List, que obtuvo notable popularidad a comienzos del siglo XX, especialmente durante la
Primera Guerra Mundial.
Karl María Wiligut, conocido como algunos como el “Rasputín” de Himmler, aseguraba haber recibido sus conocimientos ocultistas de su abuelo Karl. Para Wiligut las runas contienen en su código cifrado la historia entera de la creación del hombre, originada en tiempos
inmemoriales en los territorios del Polo Norte. Allí había residido una raza etérea y luminosa de profundísima sabiduría que,
sin embargo, había ido degenerando con el tiempo a causa de la degradación racial producida por su mezcla de sangre con las
razas telúricas. En la actualidad sólo los iniciados tienen acceso al misterioso lenguaje de las runas, accesible a través
de claves secretas.
Himmler encargó a Wiligut el diseño de un anillo con el
que honrar los méritos extraordinarios de los miembros más destacados de la SS, el llamado anillo de la calabera (Totenkopfring), que se entregaba acompañado de un certificado que describía tanto la ornamentación como su simbolismo.
En este anillo, figuran la esvástica y tres signos rúnicos. cuyo significado ha sido tomado casi literalmente de Guido von List:
- La leyenda de la esvástica es “sé uno con Dios, el Eterno”.
- La runa Hagal: “vela
por el universo que hay en ti y dominaras el universo”.
- La runa Sol: “el
espítu creador siempre vence”.
- La doble runa Sig, seguida de lo que parece una superposición de la runa Tyr con la Os, ideada por el propio Wiligut: “la fuerza de tu espíritu te hace libre”.
La Obra Alquímica.
Finalmente, interesante comentar que los colores de la bandera nacionalsocialista alemana (negro, blanco
y rojo) son los de la Alemania Imperial, aunque
no es casualidad que sean los que utilizaran los discípulos de Manes, en la religión maniqueísta y los de la tradición hermética.
Así, según la alquimia, el hombre iniciado en esta vía, experimentaría en la iniciación el proceso de la obra (alquímica)
al negro o “nigredo”, la obra al blanco o “albedo” y finalmente, la obra al rojo o “rubedo”, esto es, la conversión, mediante la necesaria iniciación, del hombre vulgar en el hombre espiritual,
gracias al proceso alquímico de:
-la nigredo o negro (descomposicion),
-la albedo o blanco, (purificación) y
-la rubedo o rojo, (la
Resurección o la Materia Incorruptible).
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