Ignacio Ondargáin
NACIONALSOCIALISMO.
Historia y Mitos
Capítulo II.a
(Artículo publicado
en diciembre de 2007)
HISTORIA
SECRETA DE ISRAEL
Como veíamos en
el capítulo anterior, hace más de dos mil años diferentes
corrientes raciales entraron en contacto en la región mediterránea, estallando terribles enfrentamientos y guerras.
Con el tiempo fueron
definiéndose y estableciéndose dos bandos capitales:
- Por un lado tenemos
Roma.
- Por otro lado
tenemos Cartago.
Como herederos
y descendientes de Venus y de Troya, en Roma tenemos representado el ideal europeo y la claridad solar imperial.
En Cartago hallamos
representaba la tradición semítica de sumisión y adoración al Moloch o Demiurgo y sus “agradables”
sacrificios y crímenes de sangre.
Cartago se hallaba
situada en el norte de África, en la península que delimita el borde del (llamado en la actualidad) Golfo de Túnez. Empezó
siendo una colonia de comerciantes fenicios y la leyenda dice que fue fundada en el año 814 a.C.
Con el tiempo el dominio cartaginés se extendió por todo el Mediterráneo, principalmente en su mitad occidental, llegando
más allá de Gibraltar. Adentrándose a través de las aguas del Atlántico, los barcos cartagineses llegaron hasta el norte de
Europa y por el sur recorrían las costas africanas. Hoy en día tenemos evidencias de su presencia en las costas y el continente
americano.
Pensemos pues en
la gran importancia que tuvo el desarrollo de Cartago en el mundo de su época en la región mediterránea así como en regiones
del Atlántico.
En las regiones
por las que se movían promovían discordias y guerras entre diferentes bandos, ciudades y pueblos para de esta forma conseguir
beneficios así como deudores de sus apoyos. Debido a la “costumbre”
cartaginesa de prestamismo bancario y al mercantilismo, en todo su área de influencia tuvo una gran prosperidad el desarrollo
de una clase burguesa que se movía únicamente por el egoísmo y el lucro personal.
Cartago tuvo dos
frentes bélicos principales: primero se encontró con la oposición de Grecia (desde siglo -V, hasta siglo III a.C.) , principalmente
en la lucha por el control de la isla de Sicilia, en el Mediterráneo europeo. Posteriormente será Roma la encargada de recoger
la antorcha de la lucha contra Cartago. Tras los casi 120 años de lucha que duraron las conocidas 3 Guerras Púnicas y al grito
de “Delenda est Cartago”, los ejércitos de Roma destruyen Cartago,
conquistando su capital el año -146.
La Cartago que Roma destruye
era una ciudad enorme situada en un istmo y protegida por murallas y con numerosas calles, barrios... Tenía un puerto civil
y otro militar con capacidad para cientos y cientos de barcos. En el barrio de Salambó, cerca del foro, se hallaba el templo
de Tofet, donde los cartagineses hacían sacrificios a su dios, Moloch, una divinidad necesitada de sangre humana y
que apreciaba especialmente agradable la muerte y el holocausto (por fuego) de niños.
Una arqueóloga
francesa, H. Bénichou-Safar, ha descrito cómo es el sacrificio molk (Moloch), ciñéndose al máximo a las evidencias arqueológicas
encontradas:
”En el
área del tofet, o en sus cercanías, se instala al aire libre una pequeña pira hecha con ramas de pino... en ella se deposita
un recién nacido o un niño pequeño (a veces dos) boca arriba, en contacto directo con las ramas, o tal vez aislado de ellas
mediante un cesto o algo similar. Va vestido o envuelto en una tela sujeta por alfileres. Nada permite adivinar si está vivo
o muerto pero sí está vivo: no se mueve porque sus miembros han sido trabados. Se prende la hoguera mientras retumban los
tambores incesantemente como tratando de amortiguar el dolor de la escena. Antes de que empiece el proceso de cremación, a
veces después, se deposita al lado del niño una parte o la totalidad de un animal recién nacido. No se atiza el fuego, sino
que se orea para asegurar la combustión del conjunto. Cuando se considera que la carbonización es suficiente, se apagan las
ascuas con un puñado de tierra o arena. (...) Llega el momento de llenar las urnas. Si es necesario, cenizas y brasas se enfrían
y apagan con agua y, tras haber retirado el máximo de combustible, se vierten en la urna. Los huesos demasiado largos si es
preciso se parten; luego, encima de las cenizas se dejan caer algunas joyas, collares de perlas y sobre todo amuletos, y después se cierra la urna con un plato vuelto o con una tapa de arcilla.” (H. Bénichou-Safar, “Sur l’incinération des enfants aux tophets
de Carthage et de Sousse”, 1988).
Se estiman en más
de 20.000 las urnas de niños sacrificados hallados sólo en el cementerio cartaginés de Tofet.
Si ahora nos trasladamos
hasta el Asia, en el extremo oriental del Mediterráneo, encontramos el término Tofet nuevamente en el valle de Hinom,
en las inmediaciones de Jerusalén, donde los paisanos del lugar sacrificaban también niños a Moloch... quemando al fuego a
sus hijos e hijas como “sacrificio agradable” a su “Dios”.
El nombre de Tofet
se deriva posiblemente del hebreo toph = tambor, porque
se utilizaba el ruido de tambores para ensordecer los llantos de los niños. También podría provenir del hebreo taph o toph, quemar. Sin embargo, este término no aparece
en ninguna inscripción fenicia o púnica
La “biblia judía” hace referencias a los sucesos de Hinom situándolos en un tiempo muy anterior
a la destrucción de Cartago. No obstante hay datos que nos permiten pensar que en realidad los hechos a los que se refiere
el libro judío sucedían en realidad en tiempo inmediatamente posterior a la destrucción de la colonia fenicia del norte de
África. Sucedió que los escritores judíos de su biblia (escrita ya bajo el dominio de Roma), ocultaron la verdadera identidad
de su “nación santa” por tal de ocultar su origen y porque sabían
que Roma repudiaba sus “prácticas” sacrificales... Roma había conquistado Jerusalén en torno al año 64 a.C.
Pero veamos cuál
es el origen de la “historia” del judío.
Según los datos
que disponemos, cuando Roma conquista y destruye Cartago (año –146), miles de refugiados cartagineses dirigidos por
su casta sacerdotal huyeron de la furia del norte en dirección del Mediterráneo Oriental, lugar de donde en su día habían
llegado sus antepasados, encontrando refugio en el entorno de Jerusalén. Cargados de riquezas, plata, oro, joyas... y de multitud
de conocimientos traídos de Cartago referentes a todos los aspectos de organización social, religiosa... y artes negras, los
sacerdotes del Moloch procedieron a recrear su culto en la tierra de Palestina. Establecieron alianzas que, como decimos,
les permitieron establecerse en el entorno de la actual Jerusalén pero algunas tribus vecinas, alarmadas por las prácticas,
las actividades y la presencia judía se levantaron en armas contra ellos. De forma similar a como sucede hoy en día, gracias
a poderosas influencias, principalmente económicas, como antiguos mercaderes y banqueros prestamistas cartagineses situados
por todo el mediterráneo y colocados en multitud de grupos de poder de los imperios y naciones de la región, el judío consiguió
afianzarse en el lugar. No obstante todo esto, los judíos eran una de las muchas tribus que merodeaban la región y además
en la misma región conocida como Judea habían otros pueblos con los que convivían formando ya los ghettos en los que se encerraban
como si trataran de guardar su impronunciable secreto, resguardándose del mundo exterior.
Los sacerdotes
del Moloch ocuparon un templo a Zeus que se había levantado en su día sobre los restos de una edificación ciclópea antiquísima
y muy anterior que por otra parte no tenía vinculación con el nuevo culto. Convirtieron ese templo en el “Templo de Jerusalén” (en torno al año –140 a.C.). Inventaron la “historia” o las historietas bíblicas para justificar su legitimidad sobre todo el “país de los Filisteos” o Palestina (la palabra “palestino = paleistien” proviene de “filisteo =
philistaeus”). Procedieron los sacerdotes del Moloch en este tiempo a dar forma a su “pueblo
santo”, para lo que se encargaron de “crear”
o inventar la “historia de Israel”, la cual por otra parte no
existe en ninguna parte antes de este periodo (siglo –II) . Es entonces cuando empiezan a aparecer las primeras crónicas
históricas que atestiguan la existencia de judíos en el mundo, pues como decimos antes no existe ninguna crónica histórica
que les de existencia histórica real.
Entonces, esos
sacerdotes de la antigua Cartago, como decimos, crean o inventan la “biblia judía”
según los patrones del Moloch cartaginés pero ocultando su verdadera identidad. De igual forma y nutriéndose de exiliados
cartagineses refugiados en Palestina, crean su “nación santa”.
La totalidad de
la “biblia judía” es un texto encriptado e inventado a partir
de la adulteración de mitos e historias de diversos pueblos y naciones. Todos esos relatos y mitos ajenos fueron apropiados
por el Sanedrín Secreto para la confección de la “biblia judía”
inventándose de ese modo la “historia” de un “pueblo” que en realidad no existió jamás hasta el siglo –II. El historiador griego Heródoto
(siglo –V), en el libro II de su obra se refiere a multitud de pueblos pero en ningún momento se refiere al judío, denominando
Siria a toda la región en la que está Palestina: Syria Palaistien (Siria
de los palestinos). ¿Dónde están entonces los judíos?. Sencillamente: no existen en el siglo -V. Tampoco existen en
tiempos de Alejandro Magno (siglo –IV)... Como decimos, para la confección de todas las historietas bíblicas los sumos
sacerdotes judíos se apropiaron de historias y relatos de diferentes naciones por tal de crear la imagen de un todo coherente.
Por su parte, podemos decir que la “biblia judía” es el libro
del o para el “pueblo” judío ignorante del verdadero Plan de
Jehová, pues este plan sólo es conocido por el Sanedrín Secreto de Israel. Sólo este núcleo interno del “judaísmo” sabe la verdadera-falsa historia de Israel y también que, consecuentemente, la “biblia judía” es tan sólo un invento, un instrumento cuyo objetivo y cuya
única finalidad es dar cohesión a la “nación santa” (Israel)
que le sirve. El Sanedrín Secreto de Israel sí conoce la verdadera historia de Israel y la historia de su creación
como “nación” al servicio de Moloch-Jehová.
En el “Libro de los Reyes I” 10, 22 de la “biblia
judía” podemos leer: "... En efecto, el Rey (Salomón) tenía en el mar una flota de Tarsis, junto con la flota de Irma; y una vez cada 3 años, llegaba
la flota de Tarsis, trayendo oro, plata, marfil, monos y pavos reales".
Sabemos que era
Cartago la que tenía en el mar una flota de Tarsis (pues había invadido Tartessos), cosa que nunca y de ninguna manera puede
ser referida a Israel. Podemos ver cómo el “cronista” bíblico
ha convertido una historia cartaginesa real en una historieta bíblica judía (irreal). En este caso, como en casi todas las
ocasiones, además de trasladar la localización espacial del suceso, se trasladó la fecha de ocurrencia, dándole al suceso
una antigüedad mucho mayor a la real.
En definitiva,
de los datos recogidos en este breve estudio podemos decir que en la elaboración bíblica de la “historia” de Israel se han utilizado retazos de mitología y de la historia de muchas diversas
naciones, aplicándose claramente en esta labor un patrón fenicio-cartaginés y todo ello con vistas a inventar una historia
del “pueblo elegido” de “Dios”
(Moloch-Jehová).
Encontramos así
mismo una relación directa entre la destrucción de Cartago y su reinstauración en la “Nueva
Cartago” que no es otra que Jerusalén (Israel). De esta forma, el antiguo lema “Delenda est Cartago” de la antigua Roma heroica viene a convertirse en “Delenda est Israel”.
Para concluir,
pensemos en la influencia de Cartago en el mundo antiguo y en la tremenda importancia del enfrentamiento esencial que se produjo
en aquel entonces: Era la guerra entre Hiperbórea y el Demiurgo; Roma contra Cartago. Como consecuencia de todo esto y de
la heroica lucha llevada a cabo por Roma, el judío guardó odio eterno hacia la
Ciudad de los Césares.
“La destrucción de Cartago fue desde el punto de vista de la historia de las razas una acción extraordinariamente
importante: mediante ella también la posterior cultura centro y oeste europea fue preservada de las emanaciones de este foco
pestilente fenicio. La historia mundial quizás hubiera tomado otro curso si al igual que la demolición de Cartago hubiera
sido lograda en forma completa la destrucción de todas las demás centrales sirias y preasiáticas semítico-judías. La acción
de Tito (destrucción del
Templo de Jerusalén, año 70 dC) llegó demasiado
tarde: el parásito ya no se encontraba sólo en Jerusalén, sino que había extendido sus más fuertes tentáculos succionadores
desde Egipto y la Hélade contra Roma. ¡Y ya actuaba también
dentro de Roma!”. (Alfred Rosenberg. “El Mito del Siglo XX”)