Ignacio Ondargáin
NACIONALSOCIALISMO.
Historia y Mitos
Capítulo IX.b
(Texto revisado
en diciembre de 2006)
EL AMOR MÁGICO
“Dar un rostro a la amada”
“Busqué la divinidad y estoy a las puertas del Infierno. Caer...
aún puedo seguir cayendo... Aún a través de las llamas, he de tener una meta: ¡Hay una senda hacia el Cielo!”
Es Parzifal, con la espada en la mano y con el pensamiento de la Amada en la mente y el corazón, el único que logrará
curar a Anfortas, el Rey del Grial.
Miguel Serrano afirma que toda su obra escrita
se halla centrada en el misterio del Amor Mágico
con la propia anima, en esta Iniciación de Amor, de los Minnesänger.
Hay una mujer
espiritual que nos llama desde la no-muerte. Ella nos puede visitar “reflejándose” en una mujer mortal y su amor
es fruto de la inmortalidad.
El ser humano es un ser escindido cuya naturaleza, de forma inconsciente,
busca completar la unidad o la totalidad perdida. Cuando el héroe cae precipitado en la tierra, lo hace escindido en una de
las dos mitades o pares de opuestos que conforman el mundo demiúrgico.
Existe un amor animal que da como resultado el hijo de la carne, pero
existe el amor mágico de cuya unión surge el hijo de la inmortalidad. La fuerza del amor busca la unión de los pares opuestos.
Fruto de la unión de los pares opuestos, de la unión de los polos, surge el elemento vida: tan grande es el poder del amor.
A través del amor, el hombre, o la mujer, busca restablecer, reencontrar
la vida, la “unidad perdida”. Sin embargo, así como el amor profano, el amor vulgar da lugar a la procreación
y el hijo de la carne, el amor mágico es el que da creación al “hijo del hombre” esto es, al hijo del espíritu
y de la inmortalidad.
En toda esta iniciación, el arquetipo del ánima es la Reina de Saba.
Como tal, ella puede visitarnos más de una vez en la vida, “constelándose”, para usar la expresión de Jung, con la aparición de una mujer real.
Serrano establece una distinción entre
el arquetipo del anima, que es femenino,
equivaliendo al alma del hombre y el arquetipo del animus, que es masculino y es el alma de la mujer. Equivale esto con que el “Cuerpo del deseo”, o cuerpo sutil, etérico, en el hombre
es femenino y en la mujer masculino.
Por esto, el hombre desea a la mujer y la mujer desea al hombre.
Dentro de esta concepción, la Reina de Saba es más que un arquetipo, es la Ella de EL-ELLA. Y el Rey Salomón-Salem, es el Él de ELLA-EL.
EL-ELLA es él que busca a ella y ELLA-EL, es ella que busca a él. La
unión última, indica Miguel Serrano (“NOS,
libro de la Resurección”), habrá de producirse no en la fusión de los opuestos, no en el Andrógino primordial, sino entre EL-ELLA y ELLA-EL, en la separación
última y en la reunión en esta separación. En la Resurección esta unión será NOS.
La iniciación de A-mor (no-muerte) fue descubierta por el primer trovador
(trovare, “hallar”), Wotan, quien encontró las runas, crucificado
en el Árbol del Espanto. Y Wotan, para cumplir la Inmortalización, la Resurección, necesitó de Freya,
o Frigga, de ELLA-EL.
La primera llamada, el primer despertar en el camino se cumple con “la mirada”. La Dama del Castillo, la Domna,
“mira” profundamente, desde su más íntimo secreto al “elegido”. Este se prende, se enciende, “constelándose” dentro del arquetipo del ánima.
Se enamora: lo ha visitado la Reina de Saba. En “la
Divina Comedia”, Beatriz “mira” a Dante y este queda prendado a vida y muerte.
Habiendo sido “mirado”, el adepto se transforma en Fenhedor o suspirante. Así que parte con su flauta del dios Pan que toca sus notas en su sangre y se va al bosque, al monte, a la caverna, suspirando de A-Mor por su
amada, hasta que ella le escucha, se apiada de su sufrimiento y le “visita”.
Cuando se le aparece, él le declara su sentimiento de A-Mor. Ahora el
adepto es el Precador, y pregona su A-Mor a su Walkiria, a su Domna. El pregón es un secreto inviolable, sólo de dos, porque el A-Mor nunca dura cuando se divulga y dispersa.
Los Dioses y los Héroes aman el secreto.
El adepto se convierte en un Entenedor,
un amado correspondido; cuando ella le ha besado suavemente, depositando apenas sus labios sobre los suyos, como el roce de
una pluma.
Entonces el adepto comprende que su naturaleza es aún torpe y vulgar:
no se halla al nivel de tan sublime amor. Es la iniciación de A-mor la que habrá de vigorizarle, transmutarle, hasta que la
amada decida que se halla preparado para la gran prueba de contemplarla desnuda.
Para el Entenedor, la visión
del cuerpo de la mujer es la revelación suprema de un Misterio reunido en su esencia en la forma femenina. Ha sido colocado
ante un espejo donde, con espanto, contempla la forma de su propia alma, de su anima. Es el Recuerdo y la Nostalgia de la
unión primera, antes de la partición del Huevo
Órfico. Es la revelación del Paráklitos, de la Paloma cátara.
De ahí sigue “la prueba de Asag”. Dice Dante que “quien ha
puesto allí su planta, jamás deberá retroceder”. Si así lo hiciera, sería como suicidarse.
Esta prueba del Asag consiste en acostarse desnudos en un mismo lecho con la amada, pasando allí una noche sin tocarse. Vemos
aquí cómo el Asag es casto y pertenecería
al “tantrismo de la mano derecha”.
En el “Tantrismo de la mano
izquierda”, en el Maithuna
se posee físicamente a la mujer, pero sin eyacular el semen (Bundi), sin llegar al orgasmo por parte del iniciado hombre,
del Sadhaka; por lo menos al orgasmo físico. En lugar de dar a la mujer un hijo
externo, el Maithuna busca dejar el
hombre en cinta del hijo interior, esto es, el hombre da vida al Cuerpo Astral. El Cuerpo Astral es hijo de la Muerte; de la Muerte Mágica, en esta vida, para poder
vivir más allá de la muerte. El “Hijo
del Hombre”. Es decir A-Mor, sin muerte, inmortalidad.
En el suceso de la preñez esotérica, el iniciado, gracias a una Sacerdotisa
de A-Mor, una Walkiria espiritual,
o una yoguini tántrica, puede dar a luz el Cuerpo Astral, su vehículo de la Eternidad, su Hijo de la Muerte y de la Inmortalidad.
Autores como Julius Évola
afirman que en el momento actual del Kali-Yuga,
el cuerpo se halla tan materializado que no es posible encontrar una salida más que haciendo uso de la propia materialidad,
es decir, practicando el Tantrismo de la Mano Izquierda y el Maithuna. El cuerpo
físico carece de órganos apropiados para el A-Mor y sólo los tiene para la reproducción y creación de los hijos de esta vida,
de la carne, que en verdad es el hijo de la muerte terrestre.
El vigor físico y la salud proporcionan la virtud y la virilidad sana.
Esta es condición indispensable para conseguir el poder y autodominio necesario para lograr la realización del Maithuna. El hombre decaído y debilitado en su vigor físico y en su virilidad es como Anfortas, el Rey del Grial que padeció tanto y perdió el favor del
Grial. Es ahí donde empieza el caos,
la obsesión y la degeneración sexual y donde tarde o temprano llega la mezcla, la impureza de la sangre, el mestizaje y el
Pecado Racial. “Y será el comercio entre los divinos, venidos de otros mundos,
con las hijas del animal-hombre”. (Miguel Serrano, “Adolf Hitler, el último Avatara”).
Adolf Hitler también fue llamado a seguir
el camino de la Iniciación de A-Mor. En el libro “Hitler mi amigo de juventud”,
August Kuvizek revela cómo el entonces futuro Führer idealiza a Stephanie, una
muchacha que únicamente “mira”, sin que jamás se dirijan la palabra. Es su propia anima, la única tal vez, aun
cuando puedan haber otras “visitas”.
La alquimia es también un tantrismo heredero del “platonismo”.
Es la misma iniciación de los trovadores cátaros y de los Minnesänger germanos. La soror mística pasa los metales al alquimista para que los mezcle en el Atanor de su propia
alma, hasta alcanzar el oro alquímico, el “aurum
potabile”, que se bebe y nos entrega la vida eterna. Sin ese contacto de la mano de la “hermana mística”,
sin esa penetración de la energía y vibración femeninas, la transmutación conjunta no es posible, como tampoco lo sería el
proceso jungeano de la individuación.
La mujer es la que custodia la Piedra del Grial. Es la antigua sacerdotisa
hiperbórea que preserva el Fuego Sacro y hace así posible que el Cordón Dorado no se rompa en espera del nuevo ciclo de la
Resurección del Rey. Ella, a veces, duerme en el medio de un bosque, en la base de una montaña o en la Torre de un castillo
esperando que el héroe la despierte de su catalepsia. Ella es Shakti-Kundalini.
Miguel Serrano dice que la alquimia es una
ciencia de la Segunda Hiperbórea (posterior a la caída), que tiende a restaurar lo perdido. Según una antigua tradición, los
ángeles fueron seres gloriosos que habitaron este mundo viniendo de fuera. Luego se mezclaron y decayeron. Osiris despedazado sería así un ángel decaído, involucionado. Isis,
uniéndose al ángel, obtiene de él la sabiduría alquímica del Grial y la preserva para entregársela a su hijo, nacido virtualmente
(su ánimus), Horus, quien será el héroe vengador que reconstruirá a Osiris (equivalente
de Anfortas, el Rey del Grial) y restaurará el Reino Dorado, regenerando la Terre Gaste,
haciéndola de nuevo fértil. Vemos aquí que el Parzifal del ciclo del Grial es equivalente al Horus de la tradición egipcia. De
esta manera se reconstituye el Imperium de la Dinastía Divina, superando por fin
el Crepúsculo de los dioses.
Ha de recuperarse el Árbol del Centro en medio del Paraíso Terrestre, conquistar el Segundo Árbol de la Vida (la segunda muerte), el Segundo Paraíso Terrestre. Esto nos lleva
a un combate tremendo. Se trata de conseguir que sane un Rey Enfermo, muerto y no muerto, que hay que restituir. El metal
es el plomo y ha de transmutarse en oro. Es la reconquista de la Edad Dorada. Es la quinta esencia. En definitiva, es el Gral, el Hombre Total, la conquista del Superhombre, Osiris resurrecto, Anfortas restablecido.
Para que el plomo se transmute
en oro, es necesario agregarle azufre,
que es el fuego y es lo divino, elemento luciferino. El azufre es también la voluntad que convierte la sangre en fuego. El Señor de la Voluntad Absoluta (el Führer)
ha de conseguir regenerar el ario. En la alquimia el arsénico o el azufre corresponden a la virilidad.
Mediante la virilidad conseguiremos
movilizar la voluntad pura.
El opus alchimicum es el producto final que se produce en el Atanor y es Rebis, el Umúnculo, el Andrógino,
Siva, el Cuerpo Astral, dado a luz por el alquimista gracias a su soror. Es
EL-ELLA, Él y Ella reencontrados. El cuerpo astral del alquimista con el rostro de la soror, además del rostro de él. Es el
dios con dos rostros.
Vemos aquí que se produce el rostro de la Domna en el anima (femenina)
del Minnesänger. Simultáneamente la soror se ha desposado con su propio animus (masculino), dándole el rostro de Él. Es ELLA-EL,
Ella y Él reunidos.
Así pues nos encontramos con el hijo Horus, un andrógino: el
Cuerpo Astral creado. Es él y ella: EL-ELLA en el caso de él y ELLA-EL en el caso de ella. Porque el cuerpo astral sólo existe
virtualmente, en potencia. Hay que crearlo, inventarlo, en este proceso misterioso de A-Mor alquímico. El cuerpo astral es
el andrógino que vive más allá de la muerte del cuerpo físico.
Todo ello tras pasar por la Nigredo,
la noche oscura y negra de la muerte mística, la Albedo, o resurección de esa muerte y la Rubedo, la inmortalización
por medio de la materia espiritual roja que se produce en el Rayo Verde.
El
primer misterio se consuma con la resurección
del cuerpo físico, que es arrastrado a su resurección por el cuerpo astral, como en un Carro de Fuego, como en un
Vimana (pues su forma se ha hecho redonda) y es llevado más allá de este mundo, como un sol negro, por la puerta de Venus hacia una extra-situación.
El
segundo misterio es que en la resurección e inmortalización del alquimista, como una consecuencia, se produce
la inmortalización de la soror o la Amada.
Ahora hay dos esferas, dos andróginos, ELLA-EL y EL-ELLA, que se aman unidos y separados para siempre. Reunidos en la separación.
El
tercer misterio es la mutación de la sangre producida primero en las venas del cuerpo astral, logrando posteriormente
la regeneración de la sangre del cuerpo físico
del vira, por medio de la vibración ígnea del azufre, capaz de transmutar el plomo de Saturno en oro, en “aurum potabile”.